404. fundido a negro
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Ficha de la performance
Título: «404. Fundido a negro»
Artista: GdelaK
Año: 2025
Duración: 5 minutos
Formato: Vídeo-performance (monocanal)
Soporte técnico:
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Proyección lateral mediante tablet
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Gran bol de agua como superficie especular y contenedor
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Fuente sonora: grabación original del apagón en España (28 de abril de 2025)
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Intervención con objetos simbólicos
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Espacio en penumbra
Sinopsis: «404. Fundido a negro» es una acción performativa creada a raíz del apagón masivo vivido en España el 28 de abril de 2025. Mediante la ausencia del cuerpo en el plano, el uso de una fuente de luz digital proyectada sobre agua y la inserción de objetos cotidianos cargados de valor simbólico, la pieza reflexiona sobre la fragilidad del sistema tecnológico, la dependencia energética y la tensión entre presencia y desaparición. Una coreografía de lo invisible que convierte el colapso en materia poética.
Concepto y enfoque: parte de una idea inicial centrada en el olvido, pero se reconfigura a partir del acontecimiento real del apagón, integrando la urgencia del presente en una acción simbólica. En un gran bol de agua (lugar de proyección, espejo y distorsión)se introducen:
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Monedas, como crítica al euro digital y metáfora de la parálisis económica sin efectivo.
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Un tenedor, como alegoría de la imposibilidad de preparar comida durante el apagón.
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Una batería extraíble, tratada como bien de lujo en la escasez de energía.
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Tinta negra, como símbolo del propio apagón y la suspensión de lo visible.
La tablet proyecta lateralmente imágenes del colapso, transformadas por el agua en pulsaciones líquidas y erráticas. El cuerpo no aparece: actúa fuera de plano, como huella y agente invisible. La acción se apoya en referencias teóricas como André Lepecki (performance como resistencia a la visibilidad), José Antonio Sánchez (acontecimiento performativo) y Sayak Valencia (cuerpo como interfaz crítica).
Temas clave:
Tipo de acción: rerformance performativa íntima / registro videográfico
Idioma: no verbal
«404. Fundido a negro»
Memoria expandida de una acción performativa a partir del apagón del 28 de abril de 2025
La performance que aquí se presenta no surgió de una idea cerrada ni de una planificación meticulosa. Nació, más bien, del colapso. De un acontecimiento imprevisto que reconfiguró por completo el proceso de trabajo. El 28 de abril de 2025, España vivió un apagón eléctrico de gran escala. La caída de la red energética no solo afectó al sistema técnico, sino que trastocó la temporalidad cotidiana, el sentido de continuidad, y también la percepción de lo corporal, lo doméstico, lo esencial.
En ese momento, estaba trabajando en una pieza sobre el olvido: una investigación escénica sobre las zonas erosionadas de la memoria, sobre lo que no se dice o no se recuerda, lo que queda fuera del relato oficial. Sin embargo, la irrupción del apagón actuó como acontecimiento límite. No podía continuar como si nada. Ese suceso, esa interrupción masiva, me colocó frente a una pregunta crucial: ¿cómo seguir trabajando desde la práctica performativa sin incorporar lo que acaba de suceder? ¿Cómo ignorar esa fractura compartida, esa oscuridad literal y simbólica?
No quise “hablar del apagón”. Quise hablar desde el apagón, desde su materialidad, su suspensión, su resonancia. Como bien señala José Antonio Sánchez, la performance no es representación ni puesta en escena de un contenido previo. Es un modo de existencia que “acontece en relación con lo que sucede”. Por eso, esta pieza no se limita a escenificar el colapso, sino que se construye desde él, asumiendo su inestabilidad, su imposibilidad de ser narrado del todo.
La acción no gira en torno a un cuerpo visible. No hay un intérprete central en escena. El cuerpo (mi cuerpo) está presente, sí, pero desde la periferia, desde el gesto mínimo y la intervención apenas perceptible. Me interesa pensar en la idea de cuerpo desplazado, un cuerpo que no ocupa el centro del marco visual ni reclama atención, sino que actúa en los márgenes, desde la reticencia, desde la opacidad. Como propone André Lepecki, la performance contemporánea puede operar desde la negativa a aparecer plenamente, como una política crítica del no mostrar, del no estar del todo disponible.
La instalación central consiste en un gran bol de agua, dispuesto en un espacio oscuro, casi completamente en silencio. Desde un lateral, una tablet proyecta la grabación de un noticiero que documenta el apagón. Pero esa proyección no se dirige a una pantalla convencional: atraviesa el agua. El haz de luz choca con la superficie líquida y se convierte en otra cosa: una imagen fragmentada, inestable, en movimiento constante. La tecnología deja de ser un dispositivo de control para volverse materia sensorial, materia viva.
El agua funciona aquí como doble símbolo: es superficie receptiva, pero también archivo fluido, memoria en movimiento. Me interesa su capacidad de almacenar vibraciones, de amplificar distorsiones, de reflejar lo que no se ve del todo. Es una imagen que se rehúsa a fijarse.
A lo largo de la acción, se introducen objetos concretos en el agua. No lo hago en escena, ni en tiempo real frente al público. Todo sucede en fuera de campo. Lo que el espectador ve es la alteración del agua, la transformación de la proyección, no el gesto que lo produce. Este desplazamiento del acto a su consecuencia es fundamental en la pieza.
Cada objeto tiene una carga simbólica precisa:
- Monedas: representan el sistema económico y su dependencia de lo digital. En el apagón, muchas personas no pudieron comprar ni lo más básico por falta de efectivo. Las monedas caen en el agua como un eco de ese sistema en crisis.
- Tenedor: un gesto cotidiano como comer se vuelve problemático sin electricidad. Este objeto introduce una dimensión doméstica, corporal, ligada a los cuidados. Su aparición alude a los hogares que quedaron sin posibilidad de cocinar, de calentar biberones, de preparar un plato caliente.
- Batería extraíble: símbolo del deseo desesperado de mantenerse conectado. La batería se convierte en un fetiche, en un objeto de poder en medio del colapso tecnológico. Su inmersión en el agua actúa como imagen de contradicción: el intento de sostener algo que ya no puede sostenerse.
- Tinta negra: la imagen más literal del apagón. Una gota de tinta que se expande lentamente y oscurece el bol. Es el miedo, la desorientación, el silencio que se vuelve espeso. Es también una metáfora de la opacidad como experiencia colectiva: no saber qué pasa, no poder ver, no poder controlar.
Más que una acción espectacular, esta pieza propone una coreografía de lo invisible. Lo que se mueve es el agua. Lo que se altera es la luz. Lo que se siente es la ausencia. La performance se sitúa en ese umbral entre lo que se muestra y lo que se niega a mostrarse, entre lo que se interrumpe y lo que insiste en reverberar. El apagón (como acontecimiento) marcó un límite, pero también abrió una posibilidad poética: la de pensar el cuerpo, la tecnología y la imagen desde el corte, desde la falla, desde la fragilidad.
Siguiendo el pensamiento de Sayak Valencia, el cuerpo puede ser una interfaz crítica. Pero no necesariamente por su visibilidad, sino por su capacidad de agitar estructuras desde dentro, de cuestionar narrativas desde el desvío, desde el temblor. Aquí, ese cuerpo se disuelve en el gesto, se retira para dejar que hablen otros materiales, otras formas de presencia: el agua, la luz, el sonido ausente.
La acción no tiene un final claro. La proyección se apaga lentamente. El bol queda en penumbra. No hay aplauso ni cierre. Solo queda un rastro, una suspensión. Una señal interrumpida. Me interesa trabajar con ese tipo de final abierto, que no clausura sino que deja espacio para que algo siga reverberando. Porque lo importante no es el apagón como suceso, sino lo que permanece cuando todo se apaga. Lo que vibra aún, aunque no sepamos si volverá la luz.
Este trabajo forma parte de una constelación más amplia de piezas que cruzan lo político, lo sensorial y lo residual. Investigo desde hace años la relación entre cuerpo, tecnología y memoria, pero este gesto, esta acción mínima, íntima, casi invisible ha sido uno de los más radicales. Tal vez porque no dije lo que quería decir, sino lo que no podía dejar de sentir.
Hola Julio Jesús, encantada de saludarte.
Tras observar ambas performances, se ve claramente tu evolución en esta segunda versión en la que muestras una transición muy potente desde el gesto simbólico-conceptual en un espacio artificial (la primera versión) hacia una entrega ya más física y emocional en un entorno natural (segunda versión). En tu primer trabajo, vi un diálogo entre lo natural y lo construido desde una mirada casi expositiva puesto que hay una puesta en escena muy clara. Existía una especie de tensión-disputa entre el hormigón y el cuerpo cubierto de enredaderas lo que para mí generaba una crítica a la artificialidad de nuestros entornos cotidianos. Sin embargo, en esta nueva versión, realizas un desplazamiento emocional y físico en el que el cuerpo ya no representa el paisaje sino que se disuelve en él. Desaparece en parte ese componente simbólico-escultórico de tu primera opción, para volverse toda la acción mucho más experiencial, casi ritual. Tu idea de «ser consumido», de mimetizarse hasta desaparecer, ofrece una visión humilde que va más allá de la crítica y entra de forma muy poética en la rendición que comentas, lo que a su vez, conlleva claramente ese cambio en la temporalidad de la que hablas pues aquí es verdad que el tiempo parece diluirse. Tu cuerpo suspendido entre los troncos no solo parece vegetal, sino que lo entregas a un tiempo más lento, orgánico y afín a los ciclos naturales de la vida.
En definitiva, me han gustado ambas propuestas y tu capacidad de asimilar los comentarios de los compañeros para dar una segunda vuelta a tu trabajo. Enhorabuena.
Un saludo, Begoña
Hola Julio!
Me emociona mucho ver cómo evoluciona y se transforma tu obra. Creo que ya lo he mencionado antes, pero tienes una hermosa conexión con la naturaleza que sigues explorando; incluso con tu presentación flash, esta version echoes(?), refleja en su composición algp de alli. Usas tu cuerpo como mediador entre tú y la naturaleza, fundiéndote con ella. Disfruto mucho del simbolismo entre las dos iteraciones: reemplazar cuerdas con flores y hojas, como una evolución natural de comodidad o transformación, más alineada con la naturaleza. Pero tengo algunas cosas que mencionar que quería que escucharas; espero que te lleguen bien. También quería escribirlas antes, pero por alguna razón mis dedos no las escribían bien.
Creo que la opción de sumergirse por completo en la naturaleza es la más obvia; aunque en la primera iteración había un contraste palpable entre lo industrial y lo natural, creo que esta dirección de la humanidad sumergida y sostenida por la naturaleza es más impactante y más abundante. Tu primer video para la presentación flash parece haber evolucionado hasta convertirse en esto, pero al capturar los elementos más importantes de la segunda versión, fusionándolo todo. Sin embargo, creo que la desnudez, o estar cubierto solo con flores, hojas o ramas, en la segunda versión también contrastó de forma muy impactante, lo hizo sentir mucho más vulnerable. La ropa crea una barera, una representacíon de algo, si sigues con ello, pues sera interesante también elegir algún costume apropiado con impacte de estilo artístico o alguna pieza de declaración (statement piece?) Obviamente, esto no es una necesidad, pero al explorar en esa dirección, hay mucho que abrazar sobre la corporalidad; unirla con la naturaleza a través del arte parece muy sanador; incluso se siente así en la segunda versión.
Disfruto mucho que hayas sido absorbido por la naturaleza, pero creo que hay un diálogo interesante aquí que se quedo y se puede explorar mas, y los elementos que usaste antes se pueden añadir para fines de composición y evolución, crear narrativas, propia mitología tuya. No se, estas son solo mis opiniones sinceras; espero que tengan sentido.
La «flash y la tercera versión parecen más capturadas, como si hubiera una ineludibilidad de la naturaleza o algo así. Sobre todo cuando vi la primera, me recordó al shibari. Y uso esa palabra a la ligera. No estoy seguro de si fue intencional o simplemente es mi mente que busca patrones. Las cuerdas y la forma en que se ataban parecían a ese antiguo arte de (縛り) que consistía en atar enemigos para interrogarlos y capturarlos. (Durante el período Edo, perdieron todos sus privilegios por orden del sogunato; emplearon estas técnicas secretas (nadie que no fuera de esta posición social podía ver su ejecución) para inmovilizar a los criminales. Debían seguir tres normas inviolables al ejecutar un hojōjutsu:
El prisionero no debía sufrir daños permanentes.
El prisionero no debía poder escapar.
Nadie que no perteneciese a esta clase social debía presenciar su técnica.)
Así que fue muy impactante ver a un humano confrontándose a sí mismo frente a la naturaleza, siendo capturado o cuestionado. Un yo atado a los árboles, atado por algo ineludible. En ello había tensión allí, si tiene sentido. En las exploraciones posteriores del tema parece que te has fusionado mucho más y has dejado de lado esa narrativa, lo cual también tiene mucho mérito, pero tal vez,me parece, haya una línea muy fina donde puedes fusionar todas estas perspectivas.
El ser humano es naturaleza.
El ser humano consume la naturaleza, la destruye.
La naturaleza consume humano, lo destila.
La naturaleza está ligada al ser humano.
El ser humano está ligado a la naturaleza.
Del ser humano crecen las flores.
De la naturaleza crece el ser humano.
Todo este ciclo del uroboros se puede explorar desde muchas perspectivas diferentes. Excelente trabajo! Es emocionante e inspirador verte avanzar en esta dirección. Estoy deseando ver cómo evoluciona. Gracias! Enhorabuena!
Un abrazo,
VIE